Experiencias de violencia física ejercida por la pareja en las mujeres en reclusión
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Resumen
La violencia contra la mujer es un problema que se vive cotidianamente y se manifiesta de diversas formas, es decir física, sexual y emocionalmente y puede presentarse tanto a nivel público como privado. Este tema se ha considerado mundialmente como prioritario porque impide el desarrollo de la mujer en todas las áreas. Se ha reconocido que tal violencia impide el logro de los objetivos de igualdad, desarrollo y paz, viola y menoscaba o impide su disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Un informe reciente de la Escuela de Salud Pública de John Hopkins y del Centro para la Salud y la Equidad de Género, señala que al menos una de cada tres mujeres ha sufrido maltrato físico, se ha visto coaccionada a tener relaciones sexuales o ha sido objeto de algún abuso en su vida. Tanto en México como en otros países las conductas violentas se han considerado como “naturales” respecto al trato a las mujeres aunque las normas aceptadas y la cotidianeidad las han mantenido ocultas. Sin embargo las encuestas epidemiológicas muestran cifras que dan cuenta de la magnitud del problema lo que ha propiciado que hoy se le vea como un problema grave de salud. Por lo anterior abordar el tema de la violencia intrafamiliar lleva necesariamente a considerar un aspecto cultural muy característico: el hecho cuestionable de referir su existencia sólo al ámbito de lo privado. Se considera que lo que sucede dentro de las paredes de la casa es asunto íntimo y los de fuera no tienen por qué enterarse ni mucho menos intervenir. Lo mismo sucede cuando se habla de la violencia que viven las mujeres que se encuentran en reclusión ya que con frecuencia siguen soportando violencia o abusos tanto al recibir la visita íntima, como por parte de las compañeras, o por la violencia institucional y nadie parece querer intervenir. Las mujeres en un ambiente penitenciario concebido esencialmente para hombres, ocupan una posición secundaria y se ven marginadas con respecto a las actividades laborales, culturales, deportivas y recreativas programadas, y esto en parte se debe a que se asume que la población de prisión es mayoritariamente masculina (Informes de 1990 a 1994). Como lo señala Barquín, en su mayor parte las mujeres en reclusión sufrieron la violencia de sus padres o fueron testigos de ésta al ver que su madre era maltratada, por lo tanto se habituaron a este tipo de conductas y las asumen con mayor permisividad. Esto no significa que tales experiencias puedan considerarse como la causa de que la mujer cometa algún delito o que sean directamente el motivo de su ingreso al sistema penal. El ciclo de la violencia que se inicia en la familia se perpetúa en el matrimonio, y pareciera completarse en los reclusorios, para recomenzar cuando las reclusas salen de prisión. La privación de la libertad por estar en prisión, como los abusos que ocurren en su interior, parecen ser un eslabón más de la cadena de múltiples violencias que constituyen la trayectoria de una parte de esta población. Human Rights Watch es una organización que ha realizado investigaciones especializadas en prisiones desde 1987, y en su informe de 1988 señala que, por ejemplo, las cárceles de Venezuela albergaban a una población reclusa de 25381 presos en total, de los cuales 4% eran mujeres y constituían el 4.5% de la población carcelaria. Esta fuente también informa que los delitos relacionados con las drogas originaron un crecimiento de 55% de la población de reclusas. En Estados Unidos el porcentaje de mujeres recluídas en 1991 en cárceles estatales por delitos violentos fue de 32,2%; la mayoría estaba presa por delitos no violentos. Se señala que la mayoría de las mujeres en prisión sentenciadas por el asesinato de alguien cercano, habían cometido el delito porque eran objeto de malos tratos. De las mujeres en las cárceles de los Estados Unidos, 85% han sido víctimas de malos tratos o de abusos sexuales en algún momento de sus vidas. Así la violencia contra la mujer debería convertirse en tema importante para las autoridades ya que es uno de los problemas más visibles que expresa la situación real de las condiciones de vida en los centros penitenciarios. Dada la importancia de la práctica de la violencia en contra de las mujeres en general y la ausencia de indicadores estadísticos sobre el tema de las mujeres en prisión en particular, el objetivo del presente trabajo fue describir los tipos de violencia física ejercida por sus parejas, que manifestaron 213 mujeres entrevistadas en un Centro Preventivo y un Centro de Readaptación Social, con el fin de dar cuenta de la problemática y proponer estrategias de intervención. Se trata de una muestra no probabilística de 213 mujeres, seleccionada por conveniencia. Se utilizó un instrumento diseñado ex profeso el cual consta de una entrevista semi-estructurada con 242 preguntas, que abarca las siguientes 23 áreas de la vida de las mujeres entrevistadas: datos demográficos, historia escolar, familia actual, familia de origen, situación legal, antecedentes de reclusiones previas, experiencias laborales, redes sociales, depresión, riesgo de suicidio, trastorno de angustia, variables de consumo de alcohol, medición del consumo de alcohol, variables para medir uso de drogas médicas y no médicas, escala de motivos para el consumo, barreras a tratamiento, relaciones íntimas y sexualidad, abuso sexual, violencia/victimización, violencia delictiva, estres postraumático, ambiente de cárcel, salud general y estilos de vida e impulsividad. Las características demográficas más importantes de las mujeres se encuentran en el grupo de 28 a 40 años (45.5%); en cuanto a escolaridad las mujeres tienen una educación de seis años o menos (41.3%), secundaria (36.2%), preparatoria o técnica (16.4%); el estado civil prevaleciente es el de soltera (48.6%), en unión libre (21.6%) y 50.7% tienen hijos menores de 18 años. De las 213 mujeres entrevistadas, 161 señalaron haber sufrido violencia por parte de su pareja. Respecto al número de actos violentos de que habían sido objeto, en rango de 1 a 5 fue el 29.2% (cuadro 2), de 6 a 10, 23.4% y de 11 a 17, el 23.4%. Las estadísticas presentadas en este artículo, tomadas de diferentes investigaciones sobre violencia familiar, muestran solamente una pequeña parte de toda la violencia que se produce en las familias y los resultados de esta investigación señalan que se da con más frecuencia en el grupo de las mujeres en reclusión. La prisión puede reflejar un ejercicio del sistema que se transforma en una función marginalizadora, ya que ahí se encuentran las mujeres más pobres de las clases menos favorecidas, y con un bajo nivel educativo. Como lo señaló Lima en 1998, la estigmatización de la mujer en prisión es doble, ya que en primer lugar sufre como mujer y en segundo como delincuente; por pertenecer no sólo a un grupo desfavorecido en todos los aspectos sociales, sino también al grupo que ha violado la clásica imagen de la mujer impuesta por la sociedad, y por ello debe ser recriminada severamente, olvidando la violencia y los abusos que le ha tocado vivir.
Palabras clave:
violencia, mujer, prisión