Salud Mental

Espacio urbano, la vida cotidiana y las adicciones: un estudio etnográfico sobre alcoholismo en el Centro Histórico de la Ciudad de México

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Guillermina Natera
Rosalba Tenorio
Eugenia Figueroa
Guillermo Ruíz

Resumen

La ciudad, considerada como equipo colectivo, favorece y recrea la vida cotidiana de los grupos sociales. Los vecindarios están integrados por estructuras que se crean y se recrean a sí mismas y por relaciones simbólicas. Este proceso cultural se refleja en el grupo de alcohólicos cuya vida cotidiana se describe en este trabajo. Por consiguiente, el objetivo central de este trabajo es realizar un estudio etnográfico para explorar principalmente la influencia del espacio urbano en las prácticas de consumo de alcohol y profundizar en la dinámica social de los grupos de consumidores excesivos de esta substancia, en un área del Centro Histórico. El estudio se llevó a cabo en el Centro Histórico de la ciudad de México, una zona donde las bebidas alcohólicas están más disponibles que en el resto de la ciudad puesto que se caracteriza por una alta concentración de tiendas que venden alcohol al menudeo. El método de trabajo es etnográfico, descriptivo y exploratorio. Los resultados incluyen una descripción del Centro Histórico y la disponibilidad de bebidas alcohólicas. En el área se detectaron 607 tiendas donde se vende alcohol, aproximadamente una por cuadra. Las bebidas alcohólicas que no tienen un registro oficial también se venden en estas tiendas en botellas recicladas. Se identificaron 174 grupos de bebedores; de ellos, 107 estaban integrados por los conocidos "teporochos" y 41 por individuos que trabajan como estibadores. El trabajo describe las actividades de los grupos de estibadores y principalmente de "teporochos", a quienes se les llama así desde la década de los cincuenta cuando los bebedores más pobres podían comprar infusiones de hierbas (té) con alcohol por ocho centavos. Los teporochos son la manifestación última del proceso de alcoholización. Se caracterizan por el aspecto de abandono total de su persona y por organizar su vida en torno al alcohol, principalmente de 96º, ya que éste presenta varias ventajas: su alta concentración de etanol, se vende fácilmente y es muy económico. El nombre de teporocho proviene de principios del siglo XX en que se vendía para la cruda un "té por ocho centavos" y éste era el más barato, por lo que lo compraban los borrachos más indigentes. De ahí se degeneró el término en teporocho para designar a la persona que ya sólo vive para beber, y que podríamos equiparar con homeless. Hay varios grupos que se autonombran "el escuadrón de la muerte", porque saben que están juntos para morir. Se definen como los desahuciados, los que sólo damos problemas a la sociedad, los que ya no tenemos esperanza de nada ni servimos para nada, sólo para tomar (varios informantes ex teporochos). La mayoría de estos grupos de teporochos están en edad productiva, entre los 24 y los 50 años de edad, predomina el sexo masculino pero también hay mujeres, aunque en menor proporción. Trabajan ("talonean") lo necesario para conseguir alcohol, y generalmente lo hacen vendiendo chicles, cargando bultos, pidiendo limosna, vigilando coches; casi todos ellos ejercieron algún oficio (albañiles, mecánicos, choferes, etc.). Sin embargo, hay teporochos que en algún tiempo pertenecieron a las clases sociales altas y que viven ahí para no ser identificados. Son grupos de 5 a 15 integrantes durante el día, y por la noche disminuyen a 4 o 5; tienen características peculiares en cuanto a su organización. Se identifican entre ellos por el nombre del lugar donde se juntan, por ejemplo, "La hielera", "La tolva", etc. Algunos parques, como el de La Soledad, Loreto, San Sebastián y Santísima, entre otros, sirven de alojamiento tanto a alcohólicos como a usuarios de otras substancias, especialmente de inhalables. Los edificios viejos y abandonados ubicados en el Centro Histórico también sirven de alojamiento para algunos bebedores crónicos. Los grupos de alcohólicos consideran distintos a los adictos a otras drogas. La distinción radica, principalmente, en que los ven como más marginados porque inhalan "activo" (pegamento); los describen como de conducta idiota "desde el cerebro hasta el físico"; son un desecho, unas piltrafas. Cada grupo es independiente, no se ayudan entre unos y otros, pero dentro del mismo grupo se apoyan, cooperan y llevan a quien enferma al Hospital General de la zona; no hay envidias pero repudian al que quiere tomar más con un solo peso y desaprueban solucionar los problemas a golpes. También hay grupos de maleantes disfrazados de teporochos; son los que en vez de pedir, asaltan en grupo, incluso golpean a su víctima o la hieren con arma blanca. Como podemos observar, estos grupos funcionan como un verdadero "grupo de autoayuda". Pareciera que en estado de sobriedad (nuestros informantes tenían entre una y dos semanas de no beber) tienen una visión un tanto idealizada y romántica de sí mismos, aunque reconocen que la sociedad no los quiere. Sin embargo, trabajar con ellos es muy complejo, pues generalmente no están bien física ni mentalmente, su capacidad cognoscitiva está muy alterada y, desde luego, se resisten a recibir tratamiento y a adherirse a él. Sin embargo, han adquirido un alto nivel de competencia para sobrevivir y enfrentarse a un mundo hostil y lleno de estereotipos. Hay nuevos grupos de consumidores de alcohol y drogas integrados por jóvenes. Estos grupos han dado como resultado nuevas estructuras de poder con consecuencias sociales, como la violencia y una nueva delimitación del espacio urbano. El trabajo concluye con una reflexión sobre la manera en que la estructura social favorece el consumo de alcohol, y las posibilidades de atender a estos grupos.
Palabras clave:
adicciones, cultura, alcohol, gente sin hogar, vida cotidiana, centro histórico